Límites en las relaciones: ¿por qué es importante establecerlos y respetarlos?

¿En que consiste poner límites?

Poner límites en nuestras relaciones personales es una práctica que da cuenta del respeto mutuo, tanto a la otra persona, a quien se le deja en claro nuestras posiciones (precisamente para no permitir que se encargue ella de descubrirlos o vulnerarlos sin saberlo) como a uno mismo. Lejos de lo que parece, dichos limites nos permitirán mayor libertad, pues se ha dejado claro lo que pueden o no esperar de nosotros. Sin embargo, no siempre resulta sencillo dejar claros los límites en nuestras relaciones.

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Determinar límites implica dejar claras las fronteras de la practica social, poner de manifiesto aquello a lo que estamos dispuestos o no en determinada interacción, nuestros gustos, preferencias, necesidades y limitaciones.

Dificultades a la hora de poner límites

1. Nerviosismo o inseguridad: ante un panorama que consideramos que puede causar cambios significativos en nuestras vidas, a veces no estamos dispuestos a afrontar dichos cambios y entramos en pánico o tenemos mucha inseguridad. Pero trazar límites, lejos de afectar a una relación sana, será uno de sus principios, por lo cual no debemos sentir inseguridad o nervios al hacerlo.

2. Falta de claridad de lo individual ante lo colectivo: No tener un panorama más o menos claro de lo que nos concierne como individuos y lo qué no es un problema que hay que atender para poder trazar límites en nuestras relaciones, puesto que esto último depende de lo primero.
    
3. Temor a la confrontación: Evitar un altercado es una cosa y defender las posiciones propias, preferencias, derechos u acciones legítimas es otra muy distinta. Trazar límites no tiene por qué ocasionar altercados. Evitar poner en claro nuestras condiciones para relacionarnos (los límites en las relaciones) sí que puede originar conflictos en el futuro.
    
4. Problemas de autoestima: Por supuesto, quien no ha hecho una elaboración sana de su imagen propia, puede que piense que no está en posición de expresar o delimitar fronteras en la interacción social y, por tanto, puede sufrir las consecuencias de no hacerlo. Pero esto no es saludable. En este caso, reconocer el valor propio y trabajar en lo que ello implica es central tanto para nosotros mismos como para las personas con quienes nos relacionamos.
    
5. Poco tacto: la asertividad no es siempre una característica común en las personas. Cuando no logramos ser asertivos, las demás personas pueden sentirse atacadas u ofendidas. Pero si la asertividad está presente, poner límites no tiene nada de malo. Por eso es importante comunicarnos de manera asertiva.
    
6. Culpa: el sentimiento de culpa es un sentimiento complejo y difícil de manejar, sobre todo a la hora de sentar nuestras preferencias y opiniones, pero no debemos sentirnos culpables o egoístas por hacer valer nuestra forma de pensar.
    
7. Incapacidad de tomar decisiones: trazar límites, como toda otra acción humana, implica una decisión, en este caso, consiente. Las dificultades de la indecisión debemos revisarlas también para poder establecer relaciones más sanas.

Dicho esto, debemos recordar que trazar límites no es un acto único y determinante, dado de una vez y para siempre. Somos seres cambiantes, que evolucionamos y maduramos con el tiempo, y los límites que trazamos no son siempre los mismos tampoco. A medida que las relaciones van avanzando, los límites también pueden ir modificándose. 

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Tampoco debemos olvidar que los límites se trazan frecuentemente, de manera constante, con nuestras actitudes, diálogo y acciones con los demás. Es un proceso que necesita tiempo y constancia y, quizás, las claves para poder trazar los límites necesarios sean la buena comunicación, el respeto y la empatía.