Autoestima, ¿qué es y para qué sirve?
Psicólogo clínico
¿De qué hablamos cuando hablamos de “autoestima”? Consejos para comprender su importancia.
Hablar de autoestima, en términos generales, es hablar de la valoración individual que cada persona tiene de sí misma. Hasta ahí, todos de acuerdo. Pero esa valoración no es una imagen única que nos formamos de nosotros mismos, sino todo un conjunto de percepciones y conductas que apuntan hacia nuestra persona. Así, los múltiples estados anímicos, sentimientos, opiniones, sensaciones y actitudes que hemos acumulando a lo largo de nuestra vida son piezas importantes a la hora de armar esa especie de rompecabezas de autopercepción que llamamos comúnmente “autoestima”.
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Además de como un conjunto, quizás sea conveniente pensar la autoestima como organismo vivo, como un fenómeno dinámico, es decir, una condición que se va modificando y desarrollando en relación con nuestro ciclo personal. Por eso, no tiene ningún sentido pensar en la autoestima como un bien o como una pertenencia, como algo que “se tiene o no se tiene”, puesto que es, más bien, una dimensión inherente al ser humano, y, como él, cambiante y viva. Así, la pregunta “¿cómo mejoro mi autoestima?” tendrá mucho menos que ver con un paso a paso qué seguir, y más con una manera de comprensión de nuestra propia persona.
¡Y, claro!, no debemos pasar por alto que somos seres sociales, y nuestra autoestima también tiene relación en ese entorno (casi siempre hostil) en el que habitamos: nuestra sociedad.
¿Qué es el valor propio y por qué es importante?
¿Para qué sirve?
Un órgano vivo, el corazón o el riñón, se mantiene saludable en la medida en que funcione óptimamente. Nuestra autopercepción en relación con habilidades propias, logros, capacidades, valores, concepción del éxito, imagen personal, y un largo etcétera, deberá funcionar de la mejor manera para que tengamos bienestar. Pero, atención, las enfermedades o accidentes siempre llegan, y es ahí, cuando algo puede afectarse y será necesario revisar y ajustar aquello que se ha averiado.
Sabemos que cuanto mejor alimentada sea la percepción de esas cualidades y características, más óptimo será el funcionamiento de nuestra autoestima. Un grado razonablemente fuerte de autoestima se considerará un ingrediente importante de la salud mental, mientras que una autoestima debilitada y los síntomas que la acompañen (sentirse poco útil o poco valioso, frustrado, incapaz, impotente) pueden llegar a estar relacionados con problemas del estado de ánimo o patologías como la depresión. (¿Quieres saber si tienes depresión? Realiza el siguiente test).
Se han señalado como posibles formas de identificar una autoestima débil, entre otras, conductas como:
- Desconfianza
- Celos
- Tendencia al fundamentalismo
- Incapacidad de autocuestionamiento
- Hipervaloración del aspecto físico
- Autoexigencia demasiado elevada
- Conductas de superioridad
Identificar algunas de estos rasgos y evaluarlos en relación con lo mencionado antes puede servirnos como un indicador importante para mejorar la salud de nuestra autoestima. Estructurar y cuestionar aquellos pensamientos negativos que tenemos de nosotros mismos y considerar remplazarlos por otros más balanceados y lúcidos, puede ser otra manera de mantener sana nuestra autoestima y, por tanto, una buena salud mental.
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¿Es malo el exceso de autoestima?
Esta pregunta es frecuente pero quizá no sea la adecuada, puesto que identificar la autoestima con creer que somos superiores, o vulnerar a otros como consecuencia de sentirnos más que los demás, no es un indicador de un exceso sino de una deficiencia de autoestima.
La autoestima nos permite tratar con el pesimismo, nos ayuda a manejar adecuadamente situaciones de vida difíciles o estresantes, por lo cual una autoestima robusta nunca será un problema, más bien, puede ayudar a la solución.
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