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Seis claves para corregir a los hijos de manera asertiva

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La crianza es siempre una tarea exigente, puesto que en ella influyen numerosos factores mentales, físicos, sociales, económicos, etc. Aquí te contamos algunas claves para considerar cuando debas corregir a los más pequeños.

El hogar y la corrección

Tanto los hijos como los padres están en relación constante con los aspectos mencionados, con lo cual, la educación de un niño y su comportamiento no es algo que se construye solo en el hogar; sin embargo, sí es en el hogar donde tiene lugar las primeras relaciones, construcciones simbólicas, mentales y afectivas de los niños, de ahí la importancia central de la familia en el desarrollo social del menor.

La tarea de corregir una conducta en nuestros hijos tampoco es fácil. En especial, si dicha corrección tiene que ver con un comportamiento agresivo como el acoso escolar o bullying, puesto que esto enmarca una conducta agresiva que se debe atender.

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Hemos de saber que allí radica un aspecto relevante a la hora de la conducta infantil, pero no es la única. Por eso, es relevante atender a las causas del comportamiento agresivo o indebido del niño para saber cómo disciplinarlo de manera asertiva. En nuestro artículo Cómo mejorar las relaciones entre padres e hijos, explicamos más ampliamente las implicaciones y el tipo de vínculo afectivo que los niños construyen en relación con sus padres y las consecuencias que estos tienen en su conducta.

¿Cómo corregir a nuestros hijos si agreden a otros?

Habiendo considerado la importancia de optimizar las relaciones entre padres e hijos, y siendo conscientes de que en ese vínculo radica gran parte de las causas conductuales de los menores, debemos saber que la corrección es también un proceso que implica cuidado y comprensión, especialmente si han sido agresivos o han puesto en riesgo a alguien más.

A  la hora de corregir a nuestros hijos, que sabemos que han puesto en riesgo a otras personas, debemos apostar por ser asertivos y empáticos. Por eso, es importante tener en cuenta las siguientes recomendaciones:

  1. Elegir el momento adecuado: considerar si es ideal hacerlo en privado y manifestando la acción puntual que consideramos se debe corregir.
     
  2. No generalizar: es decir, centrarnos en la conducta inadecuada sin hacer sentir que todo lo que el niño hace pone en riesgo a otros; no realizar comparaciones también es muy importante, puesto que corregir no puede convertirse en una descarga emocional contra el niño, lo cual puede traer consecuencias afectivas y devenir en mayor agresividad.
     
  3. No generar temor o amenazas: debemos enfocarnos en tener una reflexión en torno del riesgo generado y orientar razonamientos e ideas del niño sobre dicha conducta.
     
  4. Hacerle ver al niño las posibles consecuencias de su conducta: ayudar al menor a entender los daños que su conducta podría ocasionar a los demás y sobre él mismo lo puede facultar para reflexionar sobre sus acciones y, a la vez, encontrar comprensión en sus padres o cuidadores para mejorar su comportamiento.
     
  5. Evitar cualquier tipo de maltrato e irrespeto, esto incluye levantar el tono de la voz, usar palabras con lenguaje hostil y/o humillar de cualquier manera al menor. El diálogo y el respeto siempre deben primar, manteniendo la calma, de lo contrario, se podría generar miedo y que este desemboque en nuevos problemas afectivos y de comportamiento.
     
  6. Utilizar la escucha activa es importante: es muy probable que el comportamiento agresivo del menor surja, en parte, por la necesidad de ser escuchado y quiera expresar las razones por las cuales efectúa esta conducta, lo que le puede ayudar a reconocerla, aceptarla y modificarla de forma positiva con la orientación de sus cuidadores.

Las bases sólidas de respeto pueden frenar la agresión

El acoso es un comportamiento agresivo no deseado que genera inconformidad en otra persona. Partiendo de este significado, es importante implementar unas bases sólidas de respeto en los niños, vínculos de apego saludables durante la primera infancia y durante el desarrollo posterior, y una formación tolerante y plural en el menor. Esto permite que el menor desarrolle el respeto y la empatía, valores que ayudan a tener una participación afectiva de la realidad del otro y no conllevan al maltrato o la agresividad. 

Cultivar el respeto evitará que se genere cualquier tipo de acoso, bien sea escolar, sexual, laboral, cibernético, psicológico, físico o cualquier otra modalidad del mismo que se pueda dar en la infancia o en la edad adulta.

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