Guía básica de los tipos de terapia (parte IV): gestáltica

Este tipo de terapia fue fundada por Laura y Fritz Perls y Paul Goodman, entre otros pioneros. Se ha enmarcado entre las terapias de corte humanista, puesto que su concepción de la psicología ubica al individuo en el centro de la práctica terapéutica y le otorga, como otras terapias humanísticas, un rol autoregulador a su figura.

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La psicología Gestalt afirma la célebre idea de que “el todo va más allá que la suma de las partes”, es decir, concibe al ser humano como un sujeto complejo, multidimensional cuya conducta ocurre en relación con tal complejidad.

La terapia Gestalt da especial importancia a las técnicas experienciales, en relación con la optimización de la autoconciencia, la autodeterminación personal y la libertad del sujeto. La influencia del psicoanálisis, la filosofía fenomenológica y existencial, así como el orientalismo religioso son parte de las vertientes del pensamiento que acoge este tipo de terapia.

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Dichas vertientes inciden en la concepción de la terapia respecto de la experiencia emocional, corporal, intelectual, social, política e histórica, es decir como un individuo que debe observarse y abordarse desde una perspectiva holística, en relación con el cúmulo de fenómenos que lo circundan.

Las terapia gestáltica trabaja alrededor del insigth en relación con la condición experiencial del paciente, a quien se anima a que indague de manera creativa sobre la posibilidad de encontrar plenitud o un alto grado de satisfacción en las distintas áreas de su vida. 

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El enfoque de la terapia gestáltica suele ser más pedagógico y educativo que propiamente médico. El terapeuta no es intrusivo, de modo que no se le da al paciente directrices sobre lo que debe o no hacer, sino que se dialoga con él en búsqueda de una relación estrecha que favorezca al paciente en la consecución de una experiencia propia favorable, de bienestar, responsabilidad y toma de conciencia propias.