¿Cuál es el modelo biopsicosocial al interpretar la ansiedad?
La ansiedad es un fenómeno extremadamente complejo y no puede ser explicado en forma unilateral, singular o simple. Todos los factores deben ser tomados en cuenta.
En este sentido, la ansiedad debe ser entendida desde el modelo biopsicosocial, que destaca la integración de los enfoques biológicos, psicológicos y sociales. Si esto no se realiza, entonces la conclusión, únicamente, estará basada en una observación parcial y no en un cuadro completo. (Heinze, 2003).
La ansiedad se ha considerado como un mecanismo adaptativo producto de la evolución humana, pues nuestros ancestros en el pleistoceno que contaban con cerebros que podían detectar rápidamente amenazas potenciales y reaccionar automáticamente ante ellas, tenían más probabilidades de sobrevivir y dejar descendencia. (Bögels, Lehtonen & Restifo, 2010).
Así pues, incluso hoy en día, la ansiedad puede ser benéfica para el individuo pues puede permitirle un mayor estado de alerta e impulsarlo a acciones que aumenten las probabilidades de nuestra supervivencia y de nuestro éxito, que bajo otras circunstancias no realizaría. (Heinze, 2003).
Sin embargo, se considera patológica a la ansiedad cuando su intensidad es tan alta que interfiere negativamente con el rendimiento, funcionamiento y adaptación tanto psíquico como social, y que lleve a que una persona no sea capaz de lidiar con sus síntomas ansiosos. (Heinze, 2003).
Ahora bien, retomando la idea del enfoque biopsicosocial, de acuerdo a Ines di Bartolo (2016), los factores que intervienen en el proceso de salud mental y psicopatológico son múltiples. Al respecto, señala que incluyen tanto factores individuales como vinculares (cualidad del vínculo de apego), familiares y sociales.
De acuerdo a esto, establece entonces que los factores de riesgo se definen como aquellas características del individuo, su familia, su entorno u otras circunstancias que aumentan opciones del desarrollo de psicopatología respecto de otros individuos que no están expuestos a dichos factores.
En este sentido, aclara que la presencia de un factor de riesgo para la salud mental no es necesariamente psicopatogénico, son representaciones de probabilidad y no deben considerarse como determinante, pues existen diferentes variables que influyen en el proceso, por lo que no se puede hablar de relaciones directamente causales.
Entre los principales factores de riesgo que incrementan la probabilidad de padecer un trastorno de ansiedad (Heinze, 2003; Espinosa, Orozco & Ybarra, 2015), se encuentran:
- Predisposición genética: tener familiares consanguíneos que padecen un trastorno de ansiedad.
- El trauma severo, en las primeras etapas del ciclo vital, puede predisponer decisivamente a un individuo a padecer un trastorno de ansiedad en la edad adulta. Niños que sufrieron malos tratos o traumas por parte de sus cuidadores y/o de sus figuras de apego, y también adultos que han vivido algún evento traumático.
- Factores sociales y/o ambientales al interactuar con determinados genes del individuo: factores que pueden ejercer presión y producir mayores niveles de estrés percibido tales como vivir desempleo, problemas financieros, enfermedad grave de un familiar, muerte de un familiar o amigo, estrés en el trabajo, tener bajo apoyo social, etc.
- Drogas o alcohol: el consumo indebido de sustancias psicoactivas o su abstinencia puede provocar o incrementar la ansiedad.
- Vínculos de apego inseguros con los cuidadores primarios y/o las figuras de apego.
Respecto a este último punto, tal y como menciona di Bartolo (2016), los patrones de apego desarrollados a lo largo de la vida (seguros o inseguros), si bien no son equivalentes a psicopatología o a salud mental, si guían la manera en que una persona, en todas las edades, se comporta con las personas significativas de su vida, y contienen estrategias para enfrentar situaciones estresantes o adversas, y regular las emociones.
Así pues, los individuos con vínculos de apegos seguros son significativamente menos propensos a tener problemas de conducta y problemas emocionales a lo largo de su desarrollo, que aquellos con historias de apego inseguro, porque cuentan con representaciones de sí mismos como valiosos, y de los otros como figuras disponibles para ellos; además, confían en su capacidad para convocar los recursos que precisan para hacerle frente a las situaciones estresantes, y son capaces de buscar y recibir ayuda, ya que esperan que los demás den respuesta a sus necesidades y se sienten merecedores de esas respuestas.
Estas representaciones positivas permiten hacer interpretaciones de las situaciones estresantes que les faciliten hacer un uso óptimo de los recursos disponibles cuando tienen que enfrentar situaciones difíciles y; además, organizar una respuesta positiva y regulatoria frente al estrés.
Mientras que las personas con vínculos de apego inseguros tienen dificultad para la regulación emocional y para el uso de efectivas estrategias que puedan hacerle frente a las situaciones estresantes o angustiantes, pues no se llegan a sentir merecedores de las respuestas de otros ante sus necesidades, no confían en sus propias capacidades, prescinden de la ayuda de otros y/o carecen de recursos para enfrentar situaciones adversas.
Así pues, la manifestación y desarrollo de la ansiedad es producto de la interacción particular (en cada persona), de factores de riesgo y de variables biológicas, psicológicas y sociales.
Bibliografía
Heinze, G. (2003). La ansiedad: cómo se la concibe actualmente. Ciencia (abril-junio), 8-15.
Espinosa, M. C., Orozco, L. A., & Ybarra, J. L. (2015). Síntomas de ansiedad, depresión y factores psicosociales en hombres que solicitan atención de salud en el primer nivel. Salud mental, 38(3), 201-208.
Bögels, S. M., Lehtonen, A., & Restifo, K. (2010). Mindful parenting in mental health care. Mindfulness, 1(2), 107-120.