¿Qué le pasa a una persona con depresión?
Según datos estadísticos de organismos como la OMS, la depresión es una de las afecciones de salud mental que más afectan a las personas hoy. ¿Qué les ocurre a quienes la padecen?
La depresión ha sido catalogada como un trastorno de salud mental muy frecuente en la población mundial: cerca 300 millones de personas la han padecido pero, en su gran mayoría, no han recibido atención eficaz. Este es uno de los motivos por los cuales es importante comprender cómo se manifiesta la enfermedad para poder buscar o brindar ayuda.
¿Cómo puede manifestarse la depresión?
En general, los criterios diagnósticos del trastorno del estado de ánimo que llamamos “depresión” suelen incluir los siguientes aspectos:
• Anhedonia, estado de ánimo inusualmente plano
• Estado de ánimo triste sostenido por dos o más semanas
• Exceso o déficit en las horas de sueño
• Exceso o déficit en la alimentación
• Excesiva falta de concentración
• Receso de toda o casi toda actividad de interacción social
• Sentimientos de culpa
• Pensamientos de muerte o suicidio
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Con base en estos puntos, suele realizarse un diagnóstico según el cual, si se cumple con al menos tres o más de ellos, debemos estar alerta. Sin embargo, es preciso dejar en claro que la depresión es un trastorno del estado de ánimo y no simplemente una emoción común.
Algunas aclaraciones sobre la depresión
Hay que tener en cuenta estas precisiones, puesto que puede que, por falta de información o por estar confundidos, seamos sobre o infradiagnosticados:
- Un trastorno del estado de ánimo NO ES un estado de ánimo ni una emoción común y corriente: Debemos entender que sentir tristeza, desánimo, angustia o aburrimiento, no necesariamente significa que tengamos depresión. Si bien, hay que atender a dichas emociones, porque nos dan señales de que debemos movernos en una dirección u otra (de ahí la palabra ‘moción’) no necesariamente implica que tengamos un trastorno del estado anímico.
- Todo síntoma persistente debe entenderse en relación con la historia personal: debemos determinar si las conductas o emociones asociadas a la depresión que observamos se cumplen de manera particularmente inusual o no, y siempre en relación con nuestra personalidad, vivencias, hábitos y circunstancias personales. Si una persona por lo general es bastante introvertida, y usualmente no tiene mucha interacción social, no ha de considerar dicho aspecto tanto como una persona cuya conducta sí es, históricamente, más sociable. Ocurre lo mismo para cualquiera de los síntomas mencionados anteriormente.
- Mismos síntomas no siempre equivalen a mismo diagnóstico: Como en el punto anterior, debemos ser cuidadosos en determinar cuándo un posible síntoma habla de un trastorno o de una emoción común. Por ejemplo, puede que dos personas presenten una conducta o emoción similar sin que en ambos escenarios se pueda hablar de depresión necesariamente. De ahí la importancia, de nuevo, de atender siempre a lo que cada individuo vive.
- No trivializar nuestra vida emocional: Si bien, los aspectos anteriores apuntan a no suponer que las emociones comunes se han de traducir como depresión en todos los casos, lo contrario tampoco nos favorece. No debemos restar importancia a las emociones y conductas porque estas son señales que nos hablan, por lo tanto, actitudes como el conocido “esperar a que se me pase” o “debo deshacerme de este sentimiento” tampoco son favorables.
- Atender a nuestras emociones antes de la crisis: No debemos esperar a un momento de crisis para prestar atención a nuestra vida emocional y nuestra salud mental. Las emociones debemos comprenderlas como mecanismos de ajuste de nuestras elaboraciones y relaciones, con lo cual es importante procurar atenderlas de manera continua.
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Recuerda que la valoración de un especialista y asistir a terapia serán de gran ayuda para la búsqueda de nuestro bienestar mental.