Efectos de la pandemia

Conozco el impacto del confinamiento por el COVID-19 en los niños

Impacto del confinamiento en los niños
Redacción: Porque quiero estar bien
Redacción: Porque quiero estar bien

Redactor

Las consecuencias del confinamiento en los menores podrían afectar a largo plazo su desarrollo, vida académica, social y hasta familiar, sino se les presta atención a tiempo. Consejos para evitarlo.

Cuando los humanos perciben, constantemente, que están en riesgo, el sistema límbico (emociones) y reptiliano (necesidades básicas) del cerebro están más activos, generando con más facilidad descontrol en la regulación de lo que sentimos. Si muchos adultos lo han experimentado en los últimos cuatro meses, imagínate lo que han vivido los más pequeños.

Es por esto que los adultos de la familia son los que primero deben encontrar la manera de autorregularse para luego ayudar a tranquilizar a los pequeños en un momento de crisis.

“El hecho de no poder estar en contacto con sus iguales, ni con sus profesores, que en esta edad son figuras de referencia importantísima; de no poder salir al parque a correr y a jugar; sumado a no entender qué pasa, al miedo, y a las condiciones que vean en casa con padres que pueden haber perdido su trabajo o con abuelos enfermos, les genera ansiedad, frustración, estrés, que no saben expresar porque no tienen aún las herramientas emocionales necesarias para ello”, considera Lluís Díaz, psicólogo sanitario del Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil de Gracia (CSMIJ) de Barcelona.

Teniendo en cuenta que ellos están, además, en pleno proceso de desarrollo integral y requieren una estimulación constante a través del juego, la exploración, el aprendizaje y la interacción con otros niños, algo que se detuvo por la cuarentena, también es tarea de los adultos generar espacios dedicados a suplir sus necesidades, pues mientras se continúe sin conocer una fecha exacta de la finalización de la cuarentena, el riesgo de un impacto en la salud psicológica de los niños a largo plazo será mayor. “Según estudios sobre el impacto del aislamiento en pandemias previas y tras desastres naturales o grandes catástrofes, la mayoría realizados en adultos, hay una ratio cuatro veces más alto de estrés postraumático en niños en cuarentena que en niños que no han estado en esta situación”, señala Alicia Álvarez, directora asistencial de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UTCCB).

¿Cómo identificarlo?

Para la psicóloga de familia y docente de la Universidad de Valencia, Milagros Molero, los niños pueden mostrar irritabilidad, quejas frecuentes de aburrimiento, tendencia al aislamiento, dificultades para gestionar la frustración con episodios de enfado, labilidad emocional, conducta hipermotriz, dificultad para seguir las órdenes, aumento de los miedos, dificultades en la alimentación y alteraciones en el patrón del sueño, llanto frecuente y/o intenso, problemas digestivos o irritaciones en la piel. En los adolescentes es menos visible, comparado con los más pequeños y los bebés, en quienes las expresiones conductuales y fisiológicas están más presentes.

Las soluciones

Sin importar la edad, los niños deben encontrar en sus padres o familiares la adecuada ayuda para regular sus emociones. ¿Cómo se logra? Los más pequeños, los que aún no logran comunicar verbalmente lo que quieren o sienten deben recibir el mayor número de interacciones físicas posibles, a través del movimiento, los abrazos, las miradas, las expresiones faciales y otros elementos de la comunicación no verbal, por lo que los padres tienen que ser muy cuidadosos con su propio estado y atender a su propia tranquilidad para proporcionar este contexto corporal con la seguridad que el bebé necesita percibir. Si el adulto está nervioso, asustado o triste, el bebé va a sentir esos estados y por consecuente se alterará.

Para los más grandes, la interacción debe darse a través del juego sensorial. Es importante estructurar sus días con unas rutinas en donde haya estimulación y exploración de nuevas formas, texturas, olores, tamaños, colores, y otras actividades que comprometan el desarrollo psicomotriz a través del juego al aire libre, en equipo, con espacio para correr, saltar, y brincar. El ideal es que se realice en horarios alternos a las clases virtuales del colegio, y no existan elementos tecnológicos.

Los expertos también aconsejan hablarles y escucharlos desde la empatía, aportándoles tranquilidad y esperanza; sobre sus miedos, la tristeza que sienten de no poder abrazar a sus amigos, y explicándoles, además, que volverán a jugar con ellos, ir al colegio, ver a sus abuelos. Pero, lo más importante, darles mucho afecto mediante contacto físico, besos y abrazos.

  • No hay que recurrir a los dispositivos electrónicos para entretener a los niños por más de media hora. Si sobrepasa este tiempo, se crea una adicción al no haber una exigencia al cuerpo, es decir, que no se desarrollan los estímulos relacionados con el lenguaje, el sistema motor, sensorial, relacional y social. De esta manera se aumenta en ellos la ansiedad, la memoria frágil, la falta de conceptos consolidados y, lo más importante, la empatía por el otro.

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